lunes, 20 de junio de 2011

"Los políticos", poema de Juan Bernier que suena como nunca


Ante la coyuntura política y social que vivimos, ante este momento de exaltación ciudadana, de ilusión y esperanza en la unión del pueblo indignado y ofendido por la clase política y por los medios (de desinformación) que ocultan, manipulan y tergiversan la verdad -porque la verdad es la verdad, dígala Agamenón o su porquero- (gracias don Antonio, por recordárnoslo con Mairena). Ante todo esto traigo aquí uno de los poemas que Juan Bernier (La Carlota, 1911 - Córdoba, 1989) -magnífico genio indignado- publicó en la España de 1959 (salvando la censura de la política de Franco, paradójicamente, tan intensa como la actual). En recuerdo del poeta más social del grupo Cántico de Córdoba, en el año de su centenario, este poema de su segundo libro Una voz cualquiera como si estuviera en Sol, en las Tendillas de Córdoba, en la Encarnación ("Las Setas") de Sevilla o en cualquier plaza de España imprecando justicia junto a la gente que se dan cuenta de todo y se unen y se unen y se unen...




LOS POLÍTICOS


Nos damos cuenta los hombres enteramente de todo,
pero no podemos con los que tienen cargos importantes.
Sabemos que pueden ser honrados esencialmente,
que pueden ser borrachos o cobardes acaso.
Unos están levantados por los votos unánimemente,
otros por el ejército no tan unánimemente,
otros por sus escudos genealógicamente.

Sabemos que ellos dirigen el mundo,
que inauguran hospitales y ponen las primeras piedras;
pero nada sabemos de su vida particular,
si son, si no son, sino lo que cuentan los periódicos.
Presiden Consejos y hacen declaraciones que no leen sus súbditos,
y cada uno de ellos manda en su territorio particular,
y la muestra es que de vez en cuando ajustician con gran ceremonia
y una nota interesante de su poder es el garrote, o la cámara de gas.

También mueven ejércitos, soldados, no de plomo,
que desfilan, juegan; y el ministro del pequeño país
compra tanques, y el del más grande, submarinos;
se arman, se rearman y los pobres aplauden los desfiles
donde ondea de cada uno su bandera particular
con la hoz, con la luna, con el escudo,
con su color, policolor, particular.

Y el vodka en los almuerzos se consume o en la cena el champán.
Oriente y Occidente; indigestiones influyen en la Bolsa,
se brinda por la paz, el matadero científicamente se prepara.
Agotados los sabios, los obreros roen su pan.
El horario es el látigo de ahora. Prisa por construir,
mientras se ríe la calavera del futuro ciego.

Nos damos cuenta de todo, pero nada podemos hacer;
Nos hacen votar, nos condecoran, súbditos somos, pues;
el pan nos falta, los zapatos, la vitamina tal;
hacinados vivimos, la colmena humana su reina tiene.

Los políticos sabios discuten, ríen, viven.
El protocolo ciñe sus vientres de bandas,
el paso es solemne y la engolada voz
manda sobre las trompetas, los tambores, los tanques, los cañones,
y la mecha del átomo en su mano.
Nada podemos hacer; pero nos damos cuenta aquí los hombres.





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