viernes, 16 de julio de 2010

Aves nocturnas




                                                                              Edward Hopper, 1942


Hay un refugio para las aves nocturnas
de la avenida Greenwich, un lugar
pintado en los años cuarenta para

encerrar en una jaula de cristal
la soledad de los pájaros
con sombreros de ala ancha,
al camarero y a la mujer de rojo
perdida en su inmensidad callada.

Una nostalgia de cine negro,
un tipo duro —y no es Sam Spade
ni Humphrey Bogart— la acompaña
en la barra muda de este restaurante.

La noche es larga —dirá la chica.

Se han tomado dos cafés, y han parado
el instante
sin saber que jamás ahuecarán el ala.

A estas horas, en esta inquietante noche
nos atrapa para siempre el color pardo,
el rojizo y el azul eléctrico,
la verdadera América,
aquí, en esta pecera humana,
en este cuadro.



                                 Daniel García Florindo
                                 Amanecer en Pennsylvania,
                                 Cuadernos de Sandua, n.º 69, Córdoba, 2001



 

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